
Pedí cita para el médico (me la dieron para dos días después), me fui a comprar Frenadol y me metí en cama. La fiebre me dejó totalmente KO.
Al día siguiente no estaba mucho mejor, pero bueno, gracias al Paracetamol fui combatiendo la fiebre y esperando a mi cita para el médico, que sería ya a la siguiente mañana.
Ante la exposición de los hechos, todo el mundo me dice que soy tonto (toooodo el mundo). Me dicen que tendría que haber ido por urgencias y que así me atendían antes y todo arreglado. Pero a mí me gusta ser cívico y tratar a las urgencias como lo que son, urgencias. Si mi fiebre no hubiese remitido nada, si el dolor al tragar fuese realmente insufrible y no aguantase más, pues sí, lo habría hecho.
No me gusta que la gente abuse de las urgencias para cosas que se pueden resolver en una consulta rutinaria, sobre todo cuando es para ahorrar tiempo. Lo que se consigue es justo lo contrario, colapsar estos servicios y que los casos que más complicaciones tienen, sufran un retraso que bien se podría evitar.
Pero bueno, no es este el tema principal que quería tratar. El tema es el egoísmo.
Llegué a la consulta puntual, tenía cita para las 12.55 y llegué a las 12.50. Me atendieron a las 14.50, es decir, 2 horas después.
A nadie le gusta esperar, a mí tampoco. Sin embargo entiendo el motivo y es que en esta época las consultas están saturadas por causa de la gripe y sus derivados. Además creo que se dan demasiadas citas por médico para cada día y eso provoca que siempre se vaya con retraso.
El caso es que en 2 horas de espera uno convive con aquellos que le rodean en la sala de espera y, por suerte o por desgracia, tiene que oír todas las conversaciones que entre los sufridos “usuarios” se establecen.
No es la primera vez que tengo que oír lo que el otro día tuve la suerte de oír, sin embargo esta vez quería compartirlo con vosotr@s y por eso aquí está en forma de crítica social.
Mientras esperaba en esa aséptica sala, tuve que escuchar cómo la mujer que tenía a mi lado se quejaba de la “petarda” de la doctora, de lo lenta que era. Resulta que los médicos que habíamos tenido con anterioridad eran más ágiles y está “petarda” lo único que hacía era retrasar y retrasar la consulta, de tal modo que nuestras vidas no podían seguir con su normalidad.
Soplidos y resoplidos cada vez que salía un paciente y entraba otro. Quejas y más quejas, que se producían cada vez que salía a llamar a los pacientes y todavía había muchos por delante, con el asentimiento cómplice de muchos de los que allí estaban, mostrando indignación.
¿Se puede ser más egoísta? Resulta que esta mujer, lo que quiere es una consulta tipo, de 5 minutos de duración, prorrogables a 7, en la que cada uno exponga sus problemas, con independencia de si viene a por recetas, un resfriado, un dolor en una pierna o un posible tumor, antes que una consulta de tiempo variable, en función de los síntomas del paciente o las exploraciones que haya que hacer.
Desde mi punto de vista, la doctora que tengo asignada debe de ser una especie en extinción, ya que en función de lo que el paciente exponga, se para y busca el origen, te hace preguntas sobre los síntomas, las exploraciones correspondientes y llega a una conclusión. ¿Acaso no es eso lo normal?

A mí me gusta que me atiendan con eficiencia, con profesionalidad, dando la justa importancia al motivo que me ha llevado a esa consulta. Supongo que a mí y a todos, incluida la “señora de la sala de espera”. Si eso lleva 10, 15 o 30 minutos, debería ser lo de menos.
Creo que falta mucha empatía en nuestra sociedad, ya que “lo nuestro” siempre es lo más importante, lo más grave, lo más urgente y … poco nos interesa lo de los demás, sólo resoplamos….
A esta sinvergüenza de la sala de espera, sería a la primera que veríamos en un juzgado si un médico hubiese, por analizar las cosas con prisa, diagnosticado como una simple gripe, un caso de neumonía, por ejemplo.
Esta sinvergüenza, seguro que cuando entra a la consulta no mira el reloj para medir los minutos que dura su visita.
Esta sinvergüenza, seguro que es de la que se automedica, con las cantidades ingentes de medicamentos que guarda en un armario de su casa.
Esta sinvergüenza, no se ha parado a valorar que la doctora no ha salido de su consulta desde que entró a primera hora de la mañana, ni para ir al baño (no quiero pensar en si fuese fumadora). Que saldrá bastante más tarde de su hora, por ser diligente y profesional con sus pacientes y que además tiene que aguantar comentarios egoístas cada vez que asoma por la puerta. A ver quién es el listo que es capaz de hacer más de 8 horas a piñón en su puesto de trabajo, mientras su único respiro es el instante entre el paciente que sale y el que entra.
Esta sinvergüenza ni siquiera era la paciente… venía a acompañar a su marido (que no dijo ni una palabra, ni siquiera movió la cabeza).
Creo que deberíamos reflexionar y hacer reflexionar a los que nos rodean, porque esta sociedad se está pudriendo.
Mientras tanto, yo seguiré pidiendo citas y esperando a que me toque entrar. Intentaré evitar las urgencias, siempre que no lo sean y me morderé la lengua siempre que me toque al lado la señora de turno…