Aunque parezca que lo que voy a escribir son los lamentos que emanan del alma por ver el tiempo transcurrir, en este caso no se trata de eso. Son reflexiones profundas, quizás amargas, pero no suponen caer en la dejadez, en la rutina, en el darse por vencido. Al menos no lo son conscientemente.
Estoy en un momento en el que creo que puedo hablar con mayor perspectiva, hay un camino por delante, pero también hay un camino recorrido. En estos momentos, cuando la vida va pasando día a día, hora a hora, me doy cuenta de que ya no hay tantas cosas nuevas por descubrir, hay muchas, cierto, pero ya no tantas como había tiempo atrás.
Recuerdo con nostalgia aquellos atardeceres de viernes, cuando la gente se echaba a la calle, cuando todo parecía cobrar vida de golpe, como preparándose para el comienzo de algo, lo distintas que eran aquellas tardes de las del resto de la semana... En aquellas tardes, lejanas ya, había un mundo por construír, ibas sembrando las semillas de la planta de la vida y lo mejor, es que todo estaba por construír, no había límites, sólo los que uno se iba marcando.
No sabes qué va a ser de tu vida, pero esa incertidumbre tiene algo de mágico, de ilusionante y lo mejor de todo es que disfrutas andando el camino, porque no hay meta a la vista.
El tiempo va pasando, vas dejando atrás encrucijadas y escogiendo tu camino, tomando decisiones, obrando en consecuencia y claro, en ciertos casos ya no hay vuelta atrás. No vuelve a haber un día más en tu vida en el que tienes 20 años y quieres ser abogado, mientras preparas un examen de dcho. comunitario, mientras sueñas con defender delante de un jurado una causa penal, ahora hay muchas cosas que ya no vas a hacer. Seguro que todo el mundo pensaría que esta es una visión pesimista de la vida, yo no la escribo con esa intención, solamente constato que hay cosas que ya se que no voy a hacer, cosas que por los caminos que he escogido, no puedo ya llegar a conseguir. Lo asumo, sin duda. Quedan todavía muchas otras que sí podré lograr.
No obstante, viendo la vida pasar, reconozco que me duele, que tengo cierta sensación de pérdida, de no abarcar todo aquello que quisiera.
Intentas seguir el camino correcto, ser fiel a tí mismo y a pesar de todo, no siempre recoges el fruto que tan bien has sembrado, que tan bien has regado, que tan bien has mimado, simplemente no está.
No siempre recibes el mismo trato de los que te rodean, como el que tú das a los demás.
No siempre recibes la confianza que otorgas.
No siempre contagias la misma ilusión que tú sientes.
No siempre te quieren de la misma manera que tu quieres.
No siempre te aman, de la misma manera que tu lo haces.
Si veo hacia atrás, probablemente esta sea la persona en la que me quería convertir, fiel a si misma, con la cabeza alta, sincera, respetuosa, tolerante, objetiva, humilde, sin embargo, el mundo que me rodea no es acorde a todo esto. Quizás me centré demasiado en cómo quería ser como persona, en que tipo de ser humano quería convertirme, que no me dí cuenta de que también el entorno es importante.
Siento nostalgia, sí, de aquellos tiempos en los que estaba todo por hacer, de los miedos que se sentían al ver hacia el futuro, porque aquellos miedos me hacían sentir muy vivo, hacían que disfrutase de cada momento que estaba viviendo.
La felicidad no es la meta, sin duda la felicidad es el camino. El mío lo era, un camino lleno de obstáculos, pero nítido. Lo disfrutaba muchísimo, porque no se había muerto ninguna de las plantas que estaba regando, todas iban creciendo, unas mejor otras peor, pero todas iban creciendo. Ahora se me ha muerto alguna, ¡Quien mucho abarca...!
Se me han escapado de las manos algunas de las cosas más importantes que tenía, unas más tangibles y otras más etéreas, cosas reales y sensaciones, dá igual, el caso es que algunas de esas plantas han desaparecido del jardín. Y parece muy dificil sembrar otra vez, porque hay ciertas cosas que sólo tienen razón de ser en un momento de la vida. Sólo hay un primer amor, sólo hay un primer beso, sólo hay un primer concierto, sólo hay una primera impresión....
Dentro de 10 años (espero que haya muchos años más), tendré más perspectiva que la que tengo ahora y seguro que valoro las cosas de forma distinta, pero hoy, con la claridad de la madrugada, tal y como siempre me gustó reflexionar, veo que la realidad que me toca vivir en este momento no me gusta, no la quiero, no me gusta renunciar a nada y me veo obligado a hacerlo.
Hay personas a las que tengo que dejar pasar, que sigan su camino, hay cosas que sé que jamás seré, hay cosas que sé que jamás conseguiré.... y no me gusta que se me rompan los sueños.